Dolor muscular en el running: ¿Que debemos hacer?

Una cuestión lastimosa: Distinguir el dolor bueno del malo…

 

Sabemos que el ejercicio causa algún discomfort o estado de dolor muscular en la mayoría de los individuos, sin importar a veces el grado de aptitud física.
Surge entonces, la importancia de reconocer las distintas variantes de dolor: el “dolor bueno”, que es sinónimo de beneficios desde el punto de vista del deporte en sí mismo, y el “dolor malo”, el cual puede predisponer o dar lugar a una lesión o condición más seria.

Los dolores musculares pueden ser ocasionados por una gran variedad de actividades musculares; pero entre las causas más frecuentes están:

Movimientos en contra de la gravedad o impulsos hacia adelante como correr cuesta abajo, bajar barras con pesas y la fase de descenso al hacer abdominales o sentadillas;

Dolor Bueno y Dolor Malo

El llamado dolor bueno es conocido como el discomfort o molestia muscular que surge como parte del ejercicio y el rendimiento atlético. La fibra muscular para mejorar, debe ser sometida a un nivel de stress superior al habitual: este incremento del estímulo es percibido como el “punto de incendio” del músculo. Dicho “punto de incendio”, denominado dolor bueno, es la base de la popular frase: “no duele, no ganas”. Su principal característica es que aparece durante o inmediatamente después del ejercicio. Causado por fatiga muscular, debería disminuir con unos pocos minutos a un par de horas de descanso.

Por su parte, hay dos grandes áreas generales a tener en cuenta cuando definimos el dolor malo. Una es secundaria a la fatiga y al sobreentrenamiento, y la otra es el dolor que es específico a un componente particular del sistema músculo esquelético. La fatiga que se extiende por horas o inclusive días después del ejercicio indica que la capacidad fisiológica del individuo ha sido excesivamente sobrepasada, esto quiere decir, los músculos y las reservas de energía de los mismos no están siendo adecuadamente repuestas después de la actividad física. Cuando la fatiga se vuelve crónica, la causa más frecuente es el trabajo intenso sin el descanso adecuado.

¿Qué causa el dolor?

Entre las explicaciones más comunes sobre las causas de los dolores musculares se incluyen la acumulación de ácido láctico, los espasmos musculares, o los daños producidos en la estructura interna del propio músculo. Paulatinamente, las últimas investigaciones sobre este tema han ido descartando a las dos primeras, siendo en gran parte la explicación del daño muscular, la que se ha instalado como causa con una sólida base científica.

Se ha descubierto que los movimientos que causan el dolor muscular producen un daño localizado en las membranas de la fibra muscular y de los elementos contráctiles. Irritantes químicos son liberados por las fibras dañadas y pueden irritar los receptores del dolor en el músculo. Este daño causa con frecuencia la inflamación del tejido muscular.

Disminución del Dolor

Las personas que padecen de dolor y músculos rígidos y doloridos no podrán practicar ni desempeñarse a su máximo potencial. Por esto, más allá del uso de hielo, drogas antiinflamatorias y de fisiokinesioterapia, la primera medida es la indicación de un nuevo programa de entrenamiento, el cual deberá aumentar de manera gradual y progresiva la intensidad y duración durante varias semanas con el fin de prevenir o reducir el dolor, la debilidad y las lesiones.

Más aún, la fase temprana del programa de entrenamiento deberá reducir al máximo los movimientos innecesarios que tengan componentes excéntricos o negativos como la carrera cuesta abajo y los saltos pliométricos. Al entrenar para carreras a campo traviesa y otras actividades en las que los movimientos excéntricos no se pueden evitar, los entrenadores tendrán que esperar más tiempo para que el músculo se recupere.

Un músculo dolorido es un músculo dañado y como a cualquier tejido dañado, se le debe dar tiempo para que se recupere; este proceso puede necesitar de días adicionales de entrenamiento ligero, después de un día de entrenamiento que causó un fuerte dolor muscular.

Dr. Pablo Corinaldesi
Bibliografía utilizada: E. McFarland et al. Guide to good and bad pain for health / fitness professional ACSMS Health and Fitness Journal. Vol. 7: 11- 16, July / August 2005.
Priscilla M. Clarkson, Ph. D. El dolor muscular y que se puede hacer al respecto. Department of Exercise Science University of Massachusetts. SSE Gatorade Sports Science Institute, 2002. www.gssiweb.org

Rodilla del Corredor (Síndrome de dolor patelofemoral)

El síndrome de dolor patelofemoral o “rodilla de corredor” es la causa más común de dolor de rodilla en la medicina ambulatoria.

El síndrome de dolor patelofemoral (SDPF) es la causa más común de dolor de la rodilla en la medicina ambulatoria. También se lo suele denominar “dolor de la rodilla anterior” o “rodilla del corredor” por ser el diagnóstico más común en los corredores (16 a 25% de las lesiones en estos atletas) y centros de medicina del deporte. El 12% de las molestias por las que se consulta ambulatoriamente tiene su origen en la rodilla anterior. Está causado por el desequilibrio entre las fuerzas que controlan la tracción patelar durante la flexión y la extensión de la rodilla, en particular con sobrecarga de la articulación.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo que predisponen al SDPF son varios, los que actúan a través de las alteraciones de la alineación o el deslizamiento de la rótula., aumentando las fuerzas de la APF o, por la combinación de cuadros biomecánicos. El exceso de uso, el trauma y los factores anatómicos son los más comunes.
Los síntomas típicos incluyen el dolor por delante o alrededor de la rótula que aumenta al correr y con las actividades que involucran la flexión de la rodilla. Los hallazgos en pacientes con SDPF van desde la limitación de la motilidad patelar hasta la rótula hipermóvil. Para confirmar el diagnóstico, es importante el examen de la rótula y las estructuras adyacentes. En general, no es necesario el diagnóstico radiográfico antes de comenzar el tratamiento. La radiografía es útil en los pacientes con antecedentes de trauma o cirugía, derrame articular, mayores de 50 años (para descartar la artrosis) y en aquellos en los que el tratamiento no alivia el dolor. La fisioterapia es eficaz. Hay poca evidencia que avale el uso sistemático de aparatos ortopédicos o de antiinfalamatorios no esteroides (AINE). La cirugía solo está indicada cuando no se obtienen buenos resultados con el programa de rehabilitación. Es importante la educación de los pacientes para modificar los factores de riesgo y prevenir la recurrencia.

Entre las causas del SDPF, a menudo se ha comprobado la malalineación de la extremidad inferior (causada por anormalidades tales como el ángulo Q del pie aumentado, pié plano o pronación subastragalina). Sin embargo, dicen los autores, la evidencia para afirmar que existe una relación causal entre las mediciones estáticas de la malalineación de la extremidad inferior y la lesión de la extremidad inferior es limitada. En un estudio prospectivo, un subgrupo pequeño de corredores con SDPF tenía diferencias en la dorsiflexión del tobillo, genu varum y pie varo comparados con los participantes sin lesiones. El análisis del componente dinámico puede brindar información más útil sobre el papel que desempeña la morfología de la extremidad inferior en el desarrollo del síndrome.

Antecedentes

Los pacientes con SDPF describen el dolor local por “delante”, “por debajo” o “alrededor de la rodilla”. Los síntomas suelen tener un comienzo gradual, aunque algunos casos pueden tener su origen en un traumatismo y ser bilaterales. Los síntomas comunes incluyen rigidez o dolor, o ambos, al permanecer sentado mucho tiempo con las rodillas flexionadas (a veces denominado “signo del teatro”) y, dolor con las actividades que cargan la APF, como estar en cuclillas, descender escaleras o estar agachado o corriendo. El dolor puede ser difícil de localizar para el paciente. Al solicitar que señale el punto doloroso, es posible que coloque sus manos sobre la cara anterior de la rodilla o dibuje un círculo con sus dedos alrededor de la rótula (“signo del círculo”). El dolor suele ser descrito como “dolorimiento” pero a veces puede ser intenso. Las molestias en la rodilla pueden ser leves lo cual no representa una inestabilidad patelar verdadera sino una inhibición transitoria del cuádriceps por dolor o falta de entrenamiento. Sin embargo, dicen los autores, es importante descartar la subluxación o dislocación rotuliana porque la inestabilidad patelar puede estar asociada al SDPF. La tumefacción de la rodilla es característica del SDPF, aunque los pacientes pueden relatar una sensación de envaramiento, en especial al flexionar la rodilla. Puede haber sansación de “resalto” o “clic”. El bloqueo de la articulación no es un síntoma de SDPF e indica la rotura del menisco o la presencia de cuerpos libres.

Debido a que el SDPF suele estar relacionado con el excesivo uso de la rodilla, en la actualidad se han modificado la frecuencia, la duración y la intensidad del entrenamiento físico. Otras posibilidades etiológicas son el uso de calzado inapropiado, o los ejercicios de resistencia de las extremidades inferiores y actividades condicionantes (carreras y posición en cuclillas). Es necesario investigar el antecedente de lesión, incluyendo la subluxación o dislocación patelar, trauma o cirugías porque pueden causar una lesión directa del cartílago articular o alterar las fuerzas que actúan en la APF, provocando dolor en la rodilla anterior. El comienzo de los síntomas suele estar asociados con modificaciones de la actividad, como un aumento en la distancia recorrida, carreras por las escaleras del estadio o el agregado de ejercicios de resistencia que afectan a la APF. El uso prolongado de calzado inapropiado también contribuye. Teniendo en cuenta estos datos, para prevenir la recurrencia se debe aconsejar al paciente evitar la actividad causal.

S. Dixit, J.P. Difiori; M. Burton; B Mines
(Dra. Marta Papponetti. Especialista en Medicina Interna. Docente Aut. UBA. Editora Responsable Med. Interna de Intramed.)

 

 

Lesiones mas comunes, cómo distinguirlas y de qué manera actuar…

En esta oportunidad continuaremos con el artículo anterior, donde planteamos lo importante como herramienta de trabajo, que es poseer conocimientos mínimos sobre las lesiones deportivas y aquellas que pueden producirse por comenzar a realizar actividades físicas; recordando como premisa de suma importancia, que diagnosticarlas no corresponde a nuestro ámbito laboral, y que sólo debemos procurar evitarlas, y en caso de producidas, cooperar conjuntamente con los profesionales a cargo, para una rehabilitación óptima.
En aquella oportunidad habíamos planteado una clasificación de los diferentes tipos de lesiones, y nos ocupamos de ahondar en las lesiones musculares.
Ahora trataremos el resto de las lesiones.

 
LESIONES ARTICULARES
 
Esguinces: este tipo de lesiones son muy comunes en determinadas articulaciones, a saber tobillos y rodillas.  Se produce con la práctica de algún deporte que posea traslaciones y saltos.  Cuando se produce el esguince, la articulación es llevada a un límite mayor al soportado, y algunos ligamentos componentes de dicha articulación se estiran más de lo que pueden soportar.  De acuerdo al grado de gravedad de la lesión se pueden clasificar en tres:
–         De 1º grado: es semejante a una torcedura, se produce una distensión de ligamentos y tendones, y se inflama la cápsula articular.  Se puede o no inmovilizar la zona, dependiendo del criterio médico.  Se debe aplicar hielo inmediatamente producido.
–         De 2º grado:  en este tipo de esguinces además de la distensión de ligamentos y tendones se produce la ruptura de algunos componentes de la cápsula articular y por ende se pueden observar hematomas.  También es muy importante la aplicación de hielo para bajar la inflamación.
–         De 3º grado:  este es el más grave de todos.  Se produce la ruptura de ligamentos y de la cápsula articular.  El único tratamiento que se aplica es el quirúrgico o también llamado cruento.
Es muy importante la rehabilitación y el fortalecimiento de los músculos periarticulares, ya que si se está rehabilitando un esguince seguramente los ligamentos pueden tener una longitud mayor a la normal, por ende es muy importante que los músculos que rodean dicha articulación estén bien fuertes para actuar como contenedores y fijadores.
Luxaciones: es la pérdida permanente de las relaciones que hay entre los componentes de una articulación.  Un ejemplo servirá para aclararlo, la articulación del hombro es una de las que más frecuentemente se luxa.  Existe una relación entre todos los ligamentos, tendones musculares, el húmero y el rodete glenoideo; cuando el hombro se luxa los ligamentos se distienden o estiran y el húmero se sale por fuera de la cavidad glenoidea, es decir que se pierde la relación entre estos componentes.  Esto es permanente, debido a que por más que el hueso vuelve a su lugar (por una maniobra médica o propia), el daño se produjo, y puede repararse con una intervención quirúrgica o con un tratamiento incruento o conservador, dependiendo de la gravedad.
Siempre que existe una luxación la articulación es inmovilizada y la aplicación de hielo es también importante.
El objetivo del tratamiento es darle estabilidad a la articulación.  Al comienzo sólo debe actuar el kinesiólogo, y luego se comienza a trabajar la parte muscular.  La cicatrización de las partes blandas en una primera luxación es de 30 días.
Hay que tener especial cuidado con los músculos trabajados, debido a que algunos por sus inserciones puede volver a luxar un hueso ante un estímulo exagerado.
Bursitis:  es la inflamación de la bolsa serosa, que evita la fricción entre los tendones y huesos.  Se aplica hielo sobre la zona y se realiza tratamiento kinesiológico.  Se puede observar la articulación inflamada y llena de líquido sinovial (no es conveniente su extracción).  No se deben trabajar los músculos comprometidos hasta que no baje la inflamación
Síndromes meniscales: los meniscos son discos fibrocartilaginosos, encargados de lubricar superficies articulares y proteger a los cartílagos de los huesos que componen una articulación, de posibles desgastes, sirviendo también como factores de amortiguación.
Poseen una propiedad no del todo buena, y es que no vuelven a regenerarse; es por eso que cuando se produce una destrucción parcial o total de los mismos, se procede a la extirpación, o bien de un sector o por completo.  Existen altas probabilidades de que con el paso del tiempo se puedan producir focos de artrosis en los huesos que han sido privados de la protección de un menisco.
 

LESIONES OSEAS
 
En el caso de este tipo de lesiones y por sus características, el entrenador pocas cosas puede realizar para evitarlas, y debe conformarse con cooperar con sus rehabilitaciones.
Fracturas: esta lesión es típicamente accidental, y ocurre generalmente en deportes donde los participantes tienen un serio contacto con sus rivales, o en aquellos deportes donde sus pruebas tienen como característica un alto riesgo corporal.  Se define como fractura la solución de continuidad o pérdida de continuidad del hueso.  La fractura puede ser cerrada o abierta (expuesta), esta última posee suma gravedad ya que el foco de la fractura se comunica con el exterior, y esto puede producir algún tipo de infección.  También existen otros tipos de clasificación de las fracturas, según la parte del hueso fracturada, según el trazo de la fractura y según la cantidad de fragmentos.  El tratamiento que puede recibir esta lesión, puede ser incruento, mediante la inmovilización de la zona, o cruento, es decir por intervención quirúrgica.
En caso de inmovilización por tratamiento incruento, es de suma importancia acordar con el kinesiólogo para la recuperación de los músculos involucrados, que tienden a atrofiarse por la falta de trabajo
Fisuras: el hueso mantiene su continuidad y alineación, pero se produce una pequeña rajadura o línea.  El hueso se mantiene estable, y el tratamiento depende del médico a cargo.
Osteocondritis: este tipo de lesión es de especial cuidado, ya que es la inflamación del cartílago que recubre el hueso.  Este cartílago por lo general se encuentra en los extremos o en la parte donde el hueso hace contacto con otro.  El cartílago le da mayor soporte, lubricación, duración y protección al hueso, y no se regenera.  De esta manera un daño del mismo, genera un crecimiento de osteocitos que tratan de remplazar al cartílago dañado y esto desemboca en una artrosis.  Por ello recomendamos, prestar mucha atención a este tipo de lesiones, obligando a la persona que lo padece, para que se someta a los tratamientos adecuados.
Artrosis: esta lesión es el desgaste del cartílago que recubre el hueso.  Ya ha sido mencionada anteriormente, y se produce por el exceso de trabajo, soportado por algunas articulaciones y sus componentes óseos durante mucho tiempo.  Es un tipo de lesión que no tiene reverso, es decir que no se recupera, solamente se puede detener.  Un consejo válido a aplicar es que aquellas personas que han practicado continuamente un mismo deporte, durante muchos años y con un importante grado de responsabilidad, busquen alternativas en otras actividades, para no sobrecargar de estrés a sus huesos y articulaciones.

Por Gabriel Lemme

 

Lesiones más comunes, ¿Cómo distinguirlas? y ¿De qué manera actuar?

En este artículo nos ocuparemos de brindarles una ayuda a todos aquellos entrenadores, preparadores físicos o profesores que tengan a cargo personas, de distintas edades y sexo, que sean sometidos a programas de entrenamiento, o actividades físicas de carácter recreativo, y que durante la práctica sufran o hayan padecido algún tipo de lesión.

Este es un tema bastante difícil, ya que en la actualidad, en el momento de producirse el percance, ni los profesionales encargados de los equipos o departamentos médicos se animan a diagnosticar lesiones sin tener los estudios mínimos necesarios para hacerlo. Demás está decir que nosotros, como entrenadores, mucho más lejos estamos de hacer algo similar, puesto que sería de sumo riesgo, opinar sobre la existencia de algún daño o lesión y o tratamiento a seguir, ya que una pequeña equivocación podría derivar en un acrecentamiento del problema o en la aparición de uno nuevo.

Con la información que vamos a brindarles, queremos que Uds., tengan los mínimos conocimientos para poder detectar los indicios de la aparición de lesiones y que en caso de que no se puedan evitar, tener los conocimientos para cooperar (previo diagnóstico traumatológico) con el trabajo kinesiológico, y de esta manera ayudar a la persona a nuestro cargo para una rehabilitación más pronta y efectiva.

Las lesiones se pueden clasificar en tres tipos:

• Lesiones musculares
• Lesiones articulares
• Lesiones óseas

En esta oportunidad nos encargaremos de mostrarles las más típicas o comunes, para de esta manera darles una herramienta más para vuestro desempeño en esta profesión.

LESIONES MUSCULARES
Contracturas: este tipo de lesión es muy común en la gente que realiza actividades físicas y también suele producirse en las personas sedentarias. El síntoma es notorio, generándose una contracción muscular involuntaria, donde el grupo involucrado no vuelve a relajarse. Las causas pueden ser de distinta índole; en los deportistas generalmente se producen por fatiga muscular, pero también pueden ocurrir por traumatismos (golpes), esfuerzos excesivos o por algún problema nutricional. En el caso de las personas sedentarias, las contracturas tienen como origen las altas exigencias laborales (estrés) y las posturas incómodas adoptadas por mucho tiempo. La aplicación de calor seco, puede ser de gran ayuda.

Para prevenir este tipo de lesiones es fundamental realizar un buen trabajo de flexibilidad sobre los grupos musculares trabajados, una vez finalizada la actividad. Una vez que se produce la contractura, también se utiliza el trabajo de elongación como parte del tratamiento.

Distensiones: se provocan por el estiramiento excesivo de las fibras musculares, sin llegar a generar el rompimiento de las mismas. Esta lesión se puede producir por un esfuerzo excesivo o por un estiramiento involuntario de característica accidental.
La recuperación de una distensión lleva aproximadamente 15 días.

Desgarros: esta es una lesión mas grave que la anterior ya que aquí se produce la rotura de las fibras musculares. Los desgarros suelen ocurrir por una combinación de cansancio muscular con un estiramiento accidental mayor al soportado por dicho músculo. Los desgarros pueden ser de tres tipos:

Fibrilar: se rompen algunas fibras musculares.

Fascicular: se rompen las fibras musculares conjuntamente con la membrana que las recubre.

Total: es el de mayor grado de complicación, se provoca el rompimiento de todo el grupo muscular, llegando en casos extremos a separar el músculo de sus inserciones.
Generalmente cuando se produce un desgarro, también se provoca una contractura refleja alrededor de ese desgarro, con el fin de proteger al músculo de una destrucción mayor.
Se aconseja la aplicación de hielo sobre la zona y no es errado, que días después de ocurrido, se aconseje elongar el músculo (previa autorización médica) para combatir la contractura refleja.
Los desgarros tienen un término de 21 días de cicatrización, por mejor tratamiento kinesiológico que se aplique.

Otra característica provocada por este tipo de lesión es la aparición de hematomas, que se generan por el rompimiento de la aponeurosis muscular, de esta manera se puede observar la sangre bajo la piel. Esto no siempre ocurre, ya que a veces la sangre queda acumulada en el músculo.

Tendinitis: estas lesiones son muy características en los deportistas. Se producen por la reiteración desmedida de gestos deportivos, que generan un estrés sobre los tendones. Algunas veces si no son tratados adecuadamente pueden transformarse en tendinitis crónicas de larga duración y desembocar en operaciones quirúrgicas. Se recomienda tratamiento kinesiológico, trabajos de elongación sobre los grupos musculares involucrados y la aplicación de hielo, una vez producida la lesión.

Tenosinovitis: es la inflamación de la vaina que recubre los tendones. Es más común encontrar esta sintomatología en los tendones de tobillos y muñecas. Se recomienda tratamiento kinesiológico y aplicación sistemática de hielo.

Por Gabriel Lemme
Deport Salud

 

Errores: el camino hacia las lesiones

Los errores comunes en el entrenamiento son:

– Negar el dolor. Hay que parar con los primeros síntomas.

– Con los piques en los entrenamientos conseguimos más frustraciones que satisfacciones. Ir siempre al límite nos hace rendir menor en la competición. Hay que ser fríos y metódicos. Competir sólo con dorsal.

– No estirar provoca lesiones. Los estiramientos son fundamentales.

– Comer poco supone un menor rendimiento.

– Excesos en la distancia: puede producir tendinitis si no se hacen de forma gradual y progresiva.

– Sesiones de gran intensidad en corredores con poca experiencia y sin una base importante de kilómetros y semanas de entrenamiento.

– Defectos de Calentamiento: estirar demasiado fuerte en frío puede producir desgarros musculares. Por prisas o por desidia se suelen eliminar partes del entrenamiento que sirven para calentar.

– Abusar de las carreras sobre superficies inadecuadas: Correr en exceso sobre superficies duras, como el asfalto o el cemento, da lugar a problemas de rodilla o de talón. También puede ocurrir lo contrario, si corrés en exceso sobre superficies muy blandas, como la arena, aumentan las lesiones de tobillo debido a la inestabilidad del terreno.

– Exceso de Competiciones: No es aconsejable competir más de 24 veces al año, lo ideal sería de 10 a 15. Las exigencias a las que se somete el cuerpo son mucho mayores que en los entrenamientos.

– Falta de recuperación: Si no se tienen en cuenta los horarios de trabajo y la disponibilidad de tiempo de cada uno y no se descansa lo suficiente, se puede llegar al agotamiento muscular.

– Falta de recuperación tras una lesión: No hay que caer en ese estado de “síndrome de abstinencia del corredor”, que induce a querer recuperarse en seguida. Si no estás totalmente recuperado seguro que te volverás a lesionar, con el riesgo de cronificar el problema.

– Las malas posturas pueden provocar lesiones, sólo hay que prestar un poco de atención para evitarlas, ya sea en casa, en el trabajo o por la calle. La diferencia entre realizar correcta o incorrectamente ciertas operaciones cotidianas (aparentemente sencillas) puede ser un molesto dolor que nos mantenga en el dique seco una temporadita. Un par de ejemplos de buenas posturas serían: sentarse con la espalda recta, apoyando los lumbares en el respaldo (mientras se conduce, en la oficina, a la hora de comer, etc.). Tomar un objeto del suelo flexionando las rodillas y manteniendo la espalda lo más erguida posible. Nunca se recoge algo doblando la espalda hacia abajo sin flexionar las rodillas.

“En su mejor momento de forma, el atleta que desee dar el máximo rendimiento deberá soportar un dolor que supera lo imaginable. Aquellos capaces de atravesar la barrera del dolor y de adentrarse en el terreno de la agonía, serán quienes consigan sus objetivos”.

LA ALIMENTACIÓN / Aspectos importantes

– Es necesario aumentar la ingesta de carbohidratos en forma de legumbres, arroz, pasta, verdura, hortalizas y frutos secos. También es importante tomar una cucharada diaria de miel y otra de aceite de oliva extra virgen. Así la sangre se espesa menos (ya que circulan menos residuos por ella), que el hígado trabaje menos y que se incrementen los glóbulos rojos, entre otras muchas ventajas.

– Tomar agua aunque no tengamos sed. Debe ser a sorbos cortos, antes y después de entrenar. A medida que el cuerpo va perdiendo agua, baja el rendimiento y se puede llegar a la deshidratación, disminuyendo enormemente la función cardiovascular y la termorreguladora. La excesiva transpiración nos hace perder agua, que si no es reemplazada inmediatamente hace que disminuya el volumen sanguíneo. Entonces el corazón recibe menos sangre, bombea menos, y para mantener el esfuerzo lo obligamos a subir el número de las pulsaciones por minuto. Todo esto hace aparecer la fatiga.

– Al menos una vez al día se debería tomar medio litro de bebida isotónica. Son las que presenta la presión osmótica de la sangre, permiten acelerar la recuperación y asimilar mejor el entrenamiento. Estas bebidas se pueden hacer en casa. Se realizan mezclando agua mineral (rica en sodio, magnesio y cloruros) con jugo de frutas (ricos en potasio), en una proporción aproximada de ¾ de litro de agua por ¼ de litro de jugo. Conviene beberlas entre 7 y 13 grados de temperatura, es decir, frescas. Los líquidos fríos abandonan antes el estómago y se evita la sensación de hinchazón.

– Los carbohidratos de asimilación rápida se deben ingerir sólo al finalizar el entrenamiento o la competencia. Son la miel, la melaza o la glucosa. Los de índice glucémico medio se deben tomar tres horas antes o después del entrenamiento. Son la pasta, el arroz, el pan o la pizza. Es aconsejable ingerir entre 150 y 300 gramos.

– En competición no se deben tomar ampollas ni geles de carbohidratos, pues se puede producir el efecto contrario al deseado. Lo que se puede hacer es tomar bebidas isotónicas, que tienen una baja concentración de carbohidratos de asimilación lenta. El riesgo de tomar ampollas o geles es el siguiente: al ingerir una ampolla de índice glucémico alto a partir del kilómetro 30 (momento en que las reservas de carbohidratos escasean) el organismo detecta un incremento muy brusco de la glucosa sanguínea y entonces segrega insulina para contrarrestar los niveles de glucosa. Esto provoca un efecto rebote, disminuyéndolos, y consiguiendo el efecto contrario al deseado.

– La cafeína incrementa la oxidación de grasas en los primeros minutos, pero no afecta al ritmo del uso del glucógeno. Mejora un poco el rendimiento deportivo y sobre todo incide en el sistema nervioso. Se aconseja tomar un solo café, un expresso, menos de una hora antes de competir.

– La ingesta máxima diaria de proteínas debe estar en función del esfuerzo realizado. Este rango oscila entre 1 y 1,6 gramos de kilo de peso corporal. Un corredor de 70 kilogramos necesitaría ingerir entre 90 y 120 gramos diarios, que pueden obtenerse de una dieta normal, sin suplementos. Las mejores proteínas son la clara del huevo y el suero.

EL EQUIPO

El calzado ideal tiene que ser estable y flexible. Debe absorber bien el impacto, tener una horma adecuada que se adapte al pie y un buen contrafuerte que envuelva perfectamente el talón. Es importante que goce de una buena ventilación (hay que evitar zapatillas de cuero) y un peso medio (las zapatilla poco pesadas son para corredores experimentados y de poco peso). La importancia de las zapatillas en el corredor es total. Sobre superficies duras el pie no flexiona con naturalidad, lo que provoca mayores tensiones y sobrecargas en las piernas, y un prematuro agotamiento muscular. Si estás pensando en correr un maratón de tres o más horas, es aconsejable correr con las mismas zapatillas que con las que se ha entrenado. Así se evitan molestias, rozaduras y dolores. Nunca hay que estrenar zapatillas en las competencias, ya que lo más probable es que provoquen ampollas.

Lo más importante de la vestimenta en un maratonista es que sea cómoda y no provoque roces. Como en el caso de las zapatillas, no es aconsejable estrenar ropa. Si estás entrenando en un lugar con mucho calor, lo más aconsejable es utilizar ropa clara. Los colores blancos reflejan los rayos solares y evitan el recalentamiento, por lo cual se gasta menos energía en refrigerarse. Esto influye mucho en una distancia larga.

La última prenda son las medias: deben ser finas, cortas y de hilo y sin costuras. Es la prenda que más se debe cuidar, porque muchas veces una rozadura en el pie puede obligarnos a abandonar la competencia. Es muy importante untar los dedos, el puente y el talón del pie con vaselina antes de calzar el calcetín. Tiene que ajustar perfectamente, no debe quedar ningún doblez, ni colgadura que pueda provocarla antes de calzar la zapatilla.

LA MENTE / Un aspecto para tener en cuenta

La motivación. ¿Qué nos mueve a enfrentarnos a nuestros límites? Son muchas las causas y razones que pueden contestar a esta pregunta: la propia genética, el instinto, la búsqueda de los límites físicos y psicológicos, el afán de superación y de aventura, o los estímulos que nos proporcionan continuamente las campañas de promoción, que hacen que sintamos interés en las competencias. Esta acción estimulante provoca un efecto: la motivación. Según algunos especialistas, la sugestión y la autohipnosis pueden elevar la resistencia al cansancio y al dolor hasta en un 20%. La preparación psicológica es el complemento ideal de la preparación física. Es un trabajo a muy largo plazo y se debe realizar día a día.

El mayor enemigo del deportista entrenado es el dolor. El dolor y el miedo al dolor es lo que nos atemoriza, y en nadie resulta más evidente que en un corredor. En su mejor momento de forma, el atleta que desee dar el máximo rendimiento deberá soportar un dolor que supera lo imaginable. Aquellos capaces de atravesar la barrera del dolor y de adentrarse en el terreno de la agonía, serán quienes consigan sus objetivos. Es un factor que diferencia a los corredores de sus congéneres, es la habilidad especial o capacidad de estímulo mental, que le permite ignorar o superar la incomodidad y el dolor.

La estrategia en la competición

Tener clara la estrategia con respecto a la competición supone cierta garantía de éxito, sobre todo si ha sido muy meditada. Donde más evidente se hace la estrategia es en la competencia de maratón ¿quién no ha pensado decenas de veces cómo debería pasar cada kilómetro, cuántas veces bebería cuantos sorbos por botella, en qué momento arriesgaría o cuándo cambiaría el ritmo…?

Hay que tener en cuenta los datos objetivos que nos marcarán nuestros límites. Estos datos lo aportan los entrenamientos, con los tiempos en las series y los diferentes ritmos, los resultados en otras competencias previas, las posibles condiciones climáticas, la capacidad individual de sufrimiento, la posibilidad de ir en grupo, el desnivel y la altitud del recorrido, así como también los factores menos predecibles como la cantidad de público y las ganas de competir que tenga uno ese día.

Lo ideal es salir a un ritmo algo más suave de la media que queremos lograr al final. Arriesgar mucho desde el principio en una carrera es jugar a la ruleta rusa. Cuando un atleta ha preparado un competición durante meses, no puede perderlo todo en unos minutos por una mala estrategia.

Durante los largos entrenamientos ha habido tiempo suficiente para pensar en todo tipo de estrategias. Después de estudiar los pros y los contras de cada uno elegiremos varias estrategias, cada una en función de un condicionante externo. Llegado el momento de la competencia elegiremos la definitiva. Ponerla en práctica supone emplear diferentes tácticas, en función de los problemas e imprevistos que vayamos encontrando. Elegir una buena práctica nos va a permitir sacar el mejor partido de la nueva situación real de la carrera. Equivocarnos con la táctica puede traernos problemas, por eso es tan importante mantener la concentración durante toda la competencia y corregir en lo posible los desaciertos.

Fuente: Adaptado de Runner’s World. Edición española de Agosto 2003